LA CANTABRIA

En el siglo XVIII, España era el imperio de más extensión del planeta con presencia en cuatro de los cinco continentes. Se sostenía gracias a una amplia red de comunicaciones marítimas y, por extensión, de sus buenas condiciones, que exigían importantes recursos, dependía la supervivencia de la potencia geopolítica española.

En esta red de comunicaciones, A Coruña y Cádiz eran los puertos de la Península que canalizaban todo el tráfico colonial con Nueva España entre 1764 y 1789, y con Nueva Granada entre 1764 y 1778. Los primeros días de cada mes salía un correo con mercancías para La Habana, y cada dos meses otro en dirección al Río de la Plata.

En A Coruña (Galicia), la base de los Correos Marítimos estaba ubicada en lo que fue la Fábrica de Tabacos y tenía asociados varios buques correo.

Prioridad: la rapidez

El 28 de abril de 1770 comenzaba en Bilbao la construcción de los paquebotes La Infanta, La Diligencia, La Cantabria y La Diana. Su construcción terminaba apenas un año después, en mayo de 1771. Está documentado que para estos cuatro buques se emplearon 32 cañones, ocho piezas por casco, una escasa dotación en consonancia con la prioridad dada a la velocidad para ir y volver al Nuevo Mundo en poco tiempo.

Solo un mes después de su botadura, el 15 de junio de 1771, La Cantabria partía de A Coruña con destino a Buenos Aires, y retornaba el 1 de febrero de 1772. De vuelta de su segundo viaje, el 20 de febrero de 1773, embarrancaba en algún punto en las inmediaciones de la punta do Corno, junto al cabo Vilán (Camariñas).

Había partido de la ciudad de Montevideo al mando del capitán Cosme de Bringas Careaga, natural de Portugalete (Vizcaya) y vecino de A Coruña, en un viaje redondo que le había llevado del puerto de A Coruña a Buenos Aires y a Montevideo.

Arribó a las costas de Galicia con muy mala visibilidad, que perduró varios días. Los vigías estaban apostados en la arboladura para lograr ubicarse. Ante el riesgo de chocar contra la costa durante la noche, el capitán dio orden de poner el navío a la capa para alcanzar una posición de equilibrio y esperar al día siguiente sin riesgo de embarrancar.

A ello se disponían, cuando a las ocho de la noche chocaron contra los bajos de As Quebrantas, unas peligrosas piedras en la ría de Camariñas. El choque provocó varias vías que lo anegaron. Desde este punto, “fueron llenos de agua a perecer junto al peñasco de tierra firme que se dize el Villano”, recoge la documentación de la época.

En el momento del naufragio transportaba 57 personas entre pasajeros y tripulantes, de los que solo sobrevivieron 6 marineros. Entre el pasaje destacaba la presencia del gobernador de las islas Malvinas, Miguel de Bernarani, acompañado por dos criados.

Recuperación inmediata de la carga

Las tareas de salvamento comenzaron de inmediato debido a la valiosa carga de La Cantabria. Desde A Coruña se envió a personal de los Correos Marítimos y de Hacienda para dirigir la recuperación de treinta zurrones de monedas de plata y oro, 16.000 cueros al pelo, y los equipajes y muebles de los pasajeros que viajaban de vuelta a la metrópoli con todo su ajuar.

Buzos a pulmón, marineros y peones consiguieron rescatar numerosos efectos tanto de la carga como pertenecientes al pasaje, todos documentados.